miércoles, 31 de agosto de 2011

El marido de la peluquera.






"Mi amor, me voy antes de que te vayas tú, me voy antes de que dejes de desearme, porque entonces solo nos quedará la ternura. Y sé que no será suficiente.
Me voy antes de ser desgraciada.
Me voy llevando el sabor de nuestros abrazos, llevando tu olor, tu mirada, tus besos, me voy llevándome el recuerdo de los mejores años de mi vida, los que me diste tú.
Te beso infinitamente hasta morir.
Siempre te he amado; no he amado a nadie más.
Me voy para que nunca me olvides."

Mathilde



El marido de la peluquera, Patrice Leconte, 1990.

Diario de 360º.


Fotografía: Laura Makabresku


"Amar es una palabra cuyo uso solía evitar tanto al escribir como en la relación amorosa. Por lo general utilizaba querer, como si su significado fuese el mismo. Se trataba de una intuición: la de que amar era una palabra de la que debía protegerme, ante la que había de hacerme fuerte. Cabe en lo posible que tal inhibición no fuese sólo mía, que sea la sociedad entera quien la padece en virtud de una retracción generalizada. Desvincular sexualidad de erotismo y éste de amor. Es decir: disociar el hecho de amarse del verbo amar, una palabra que avergüenza. La ventaja es que entonces se convierte en un secreto, como todo lo que es valioso."




Diario de 360º, Luis Goytisolo.

martes, 30 de agosto de 2011

Amores a distancia.


Cuando mil kilómetros nos separan
-kilómetros más, kilómetros menos-
y nos deseamos
en ciudades diferentes
separadas entre sí
el cordón umbilical es el teléfono
oigo tu voz
me como tus vocales
devoro tus eses y tus eles
me palpita el sexo con tu risa
nos contamos las cosas del día
“me ha entrado un apetito voraz”, me dices
y enumeras una lista inverosímil de alimentos
incompatibles entre sí
pimientos verdes y chocolates
empanadillas y lentejas
arroz con leche y pisto.
En cambio yo no he conseguido comer nada
el estómago cerrado como una tapia
la tapia de tu ausencia
el hueso duro de los mil kilómetros de distancia.
Tú engordarás
yo me volveré anoréxica
“un amor romántico” anotarás en tu dietario
“una pasión autodestructiva”, sentenciaré yo,
siempre pesimista
y la Telefónica lucrará con nuestras cuentas
la Telefónica aumentará sus ganancias
el cordón umbilical
el hilo estremecedor del cable
o el móvil, señores y señoras,
a veinticinco pesetas el mensaje.


Cristina Peri Rossi

El último encuentro.

(Fotografía: Lissy Elle )



Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son estas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?
Éstas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.




El último encuentro, Sándor Márai.

lunes, 29 de agosto de 2011

La vida de los peces.


Te mentiría si te digo que no pienso en cómo será otra vida, cómo será estar contigo, si hubiéramos tenido hijos, si estaríamos en medio de una tormenta de nieve, en un verano en medio de un pueblito empedrado. O las cosas simples: comprar frutas, pagar alguna cuenta, ir a comprar un regalo…
No es que esté mal. No es que no quiera lo que tengo. Es sólo que, no puedo evitarlo. Quisiera asomarme y mirar, mirar otra vida.




La vida de los peces, Matías Bize, 2010

domingo, 28 de agosto de 2011

Excesivamente.






El mundo es mi prisión
si estoy distante de lo que amo
no estás muy lejos, verja del horizonte.
El amor, la libertad en el cielo demasiado vacío
sobre la tierra acuchillada de dolores
un rostro ilumina y calienta las cosas duras
que eran parte de la muerte.
A partir de esta cara
de estos gestos, de esta voz
no es sino yo quien habla,
mi corazón el que resuena y late.
Una cortina de fuego, pantalla suave
entre los muros familiares de la noche,
círculo encantado de las soledades falsas,
haces de reflejos luminosos,
pesares.
Todos estos despojos del tiempo crepitan en la hoguera,
todavía un plano que se desgarra,
un acto que no acude al llamado.

Queda muy poco por tomar
de un hombre que va a morir.


Pierre Reverdy

sábado, 27 de agosto de 2011

Santa tierra desterrada.










Tú sigues siendo
el misterio de las apariciones que nunca aparecen
pero
dentro de mí
alguien
cambió
y no volverá a cambiar
jamás

ya no hay llanuras en mis montañas
ya no hay llanuras y yo
yo olvido un sótano de recuerdos dos sótanos llenos
y persigo sombreros alegres para dejar de olvidar
aunque ya se sabe
los sombreros huyen
y la alegría
y los gatos que no nos felicitan.

Olvido.

Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:
he sido tantos alborotos
que ya soy viejo
he visto a tantos morir mi muerte
que ya soy joven
he servido a tantos príncipes
he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado
no he faltado a la cita y ahora
ya no hay fuego en mi fuego
o todas mis mentiras son mentirosas
y sólo el cansancio me da vida
y sólo tocas mi cansancio
y ahora
hoy nada me duele y tú no me dueles

las tiendas de ultramarinos y los cines de verano
y los guerreros indefensos
desaparecieron
ni siquiera los fabrican
fíjate qué triste

herrumbrosas y ajenas
nuestra soledad es siempre de los otros
herrumbrosas y ajenas y tan herrumbre
las soledades que en mi acontecen
sin ruidos y sin silencios

hoy nadie me duele y tú no me dueles
mujer
tan callada y pobre
como una grieta
santa tierra desterrada
yo que para escandalizarte he robado escándalos
sólo Judas pudo amarte como yo te amo
sólo Judas y sobre ti veo
al cielo que ganó el concurso de cielos
y al cielo loco que ganó el concurso de nubes
y hasta al único caballo que cabalga

santa tierra desterrada
tierra santa
mi tierra prometida
dama de la mayor distancia
te he deseado siempre
desde el primer reloj

pero
dentro de mí
alguien
cambió
así que pronto llorarán mis risas
y se arrastrarán mis vuelos
pronto
oiré un viento raptando hojas
y las noches sabrán ser días
entonces
inmediatamente

Ayúdame
soy un cristo que no tiene cruz
soy un cristo de crucigrama
ayúdame
tú la espina más remota
tú sueño que se desmaya
tú pequeña niebla de piel
tú que no mereces ser el cepillo de dientes de María Magdalena
tú puedes ayudarme
tú puedes ayudarme complicándome la vida
complícame la vida
complícamela

tú que árida siempre te alejas
dame abrazo y herida
dame abrazo y herida para tener abrazo

tu que no existes
sólo tú puedes.


Pedro Casariego Córdoba

El amenazado, J.L.Borges





Es el amor. Tendré que ocultarme o huír.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?



Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos que cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.



J.L.Borges