lunes, 26 de diciembre de 2011

La soledad de los números primos.

«En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y Él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»


Paolo Giordano.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un arte de vivir.



Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa,
tu corbata de tarde, la carta que le escribes
a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás
en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto
de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero.
Amar el sol y desear veranos, y el invierno
lentísimo que invita a la nostalgia (¿de dónde
esa nostalgia?). Salir todas las noches, arreglarte
el foulard con cariño esmerado ante el espejo,
embriagarte en belleza cuanto puedas, perseguir
y anhelar jóvenes cuerpos, llanuras prodigiosas,
todo el mundo que cabe en tanta euritmia.
Dejar de amanecida tan fantásticos lechos,
y olerte las manos mientras buscas taxi, gozando
en la memoria, porque hablan de vellos y delicias
y escondidos lugares, y perfumes sin nombre,
dulces como los cuerpos. ¡Qué frío amanecer entonces,
qué triste es, qué bello! Las sábanas te acogerán
después un tanto yermas, y esperarás el sueño.
Del día que vendrá no sabes .nada. (No consultas
oráculos). Te quemarán hastíos y emociones,
tertulias y bellezas, las rosas de un banquete
suntuario, y las viejas callejas, donde se siente
todo, en el verano, como un aroma intenso.
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa.
y si todo va mal, si al final todo es duro,
como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno.

"El viaje a Bizancio" 1972 - 1974

Luis Antonio de Villena.

martes, 6 de diciembre de 2011

El encuentro.

Dos puntos que se atraen, no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es el procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.

Las gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho, avanzan en zigzag. Pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan. Tan brusco amor es un choque, y los que así se afrontaron son devueltos al punto de partida por un efecto de culata. Demasiados proyectiles, su camino al revés los incrusta de nuevo, repasando el cañón, en un cartucho sin pólvora.

De vez en cuando, una pareja se aparta de esta regla invariable. Su propósito es francamente lineal, y no carece de rectitud. Misteriosamente, optan por el laberinto. No pueden vivir separados. Esta es su única certeza, y van a perderla buscándose. Cuando uno de ellos comete un error y provoca el encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin saludar.


Juan José Arreola.

domingo, 20 de noviembre de 2011

En ocho años.

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En ocho años
he tenido cuatro parejas,
he vivido en tres lugares diferentes,
he tenido un accidente de tráfico,
he escrito cientos de poemas,
me he tatuado dos veces,
he asistido a clases de diseño gráfico,
he trabajado en DHL,
me he sacado el carnet de conducir,
me he cambiado varias veces de pendientes,
me he comprado un acordeón,
he conocido a poetas,
he cambiado de ciudad,
he visto las mejores películas de mi vida,
he viajado a Amsterdam,
he viajado a Lisboa,
he hecho el amor por primera vez,
he llorado,
he celebrado ocho cumpleaños,
he tenido dos gatos,
me han regalado una bici,
he visto la mayor nevada que recuerdo sobre Madrid,
he conocido lo que es la depresión cara a cara,
he leído muchos libros,
he intentado aprender magia,
he perdido varios amigos,
he roto varios pares de zapatillas,
he aprendido a tocar el piano,
en ocho años
he intentado llevar a cabo
lo único que aprendí aquel día,
que la vida hay que vivida cada hora,
cada día,
cada minuto,
en ocho años
no he podido compartir
nada de esto contigo,
y me da vértigo pensar
la lista que podré escribir
con todo el tiempo que me queda así.


Javier Das

domingo, 6 de noviembre de 2011

Lluvia.

 
 
 
Lluvia, lluvia de medianoche, sólo la lluvia salvaje
sobre esta barraca gris, y soledad, y yo
recordando de nuevo que al final moriré
y no podré oír la lluvia ni ofrecer mi gratitud
por su forma de lavarme, dejándome lo más limpio
que he estado desde que nací a esta soledad.

Benditos son los muertos sobre los que llueve la lluvia:
pero ahora rezo para que ninguno de los que amé
se esté muriendo esta noche o yazga aún despierto
y en soledad, escuchando la lluvia,
sufriendo o sintiendo así una compasión
impotente entre los vivos y los muertos,
como agua fría entre juncos quebrados,
incontables juncos quebrados, altos y tiesos,
que, como yo, no poseen un amor que esta lluvia salvaje
no haya disuelto salvo el amor por la muerte,
si acaso es amor hacia aquello que es perfecto y
no puede, me cuentan las tempestades, decepcionar.
 
Edward Thomas.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Vida de Pablo.

"Me había enamorado de su caducidad, de sus ojos marcados, del temblor del tejido epitelial, de sus huesos. Presentía el esqueleto gótico debajo de su carne, un esqueleto artesanal. Amaba su decadencia, su condena al envejecimiento. Mi amor se deleitaba en lo que intuía que la edad haría con ella. Me había enamorado de su osteoporosis.
De joven, la llamaban bomboncito. Cuando la veía en algún vídeo, con veinte años -los vídeos de Richard que Pablo conservaba, cerdo nostálgico-, me parecía demasiado saludable.

Con la edad había ganado... ¿espiritualidad? No creo, ni nada parecido: con el tiempo se había hecho más fina. Había perdido tejido adiposo. La edad añadía inteligencia a cada uno de sus gestos.

Desnuda en la cama era ofensivamente carnal. Saliendo de la ducha, verde por la luz de la ventana, su sexualidad tenía un matiz frágil. Verla desnuda era una invitación al carpe diem.

Me echaba a llorar de amor pensando en sus radiografías, y se lo dije a Pablo, pero me contestó que eso ya salía en La montaña mágica. Me fundía en sus huesos cónicos, dulces, tuétanos. En sus manos de hojarasca.

Desnudos en la cama y yo ya no tenía miedo a deleitarme. La esfinge me tuteaba. Tanto me había desviado de mi camino, cualquiera que fuese, que aquí estaba, dentro de ella, haciendo planes para una felicidad futura. Nunca he sido menos yo."
 
 
 
Vida de Pablo, Carlos Pardo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Frantisek Drtikol: mujeres, desnudos y sombras.

Frantisek Drtikol (1883-1961) fue un fotógrafo checo de renombre internacional. Es especialmente conocido por sus fotografías de desnudos y retratos.
Juega mucho con el contraste luz-sombra y los escenarios son pequeños, donde toda la atención recae en el propio cuerpo fotografiado y en su pose.







Más información: aquí y aquí

jueves, 8 de septiembre de 2011

Número seis.





Me besa me desnuda hace de mí lo que quiere
estoy borracha todo me da vueltas tengo que ir
al baño dos veces para no vomitarle encima

se marcha temprano a toda prisa no hay despedida
nota justificativa o teléfono de contacto sólo dudas
todos los hombres son príncipes a las cinco de la mañana

todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie.



Pablo García Casado.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Deseos irreverentes.


Cómo me hubiera gustado
estar en la cama con Walt Whitman,
beber en las cantinas de Malcom Lowry
o “Bajo el Volcán”.
Procesar a mi manera a Franz Kafka.
Observar sigilosa y detenidamente
a Francis Bacon.
Estar con Salvador Dalí
en una tarde de toros
y tocarle el trasero
mientras pensara en Gala
o en Federico García Lorca.
Cantarle a Pablo Neruda
mis poemas de amor
y otras canciones desesperadas,
repetirle “De Profundis”
con todos mis secretos sexuales
a Oscar Wilde y a su amante maldito.
Cómo quisiera estarme riendo
junto a Baudelaire
con mis quince años en su cama.
Tal vez me hubiera gustado
cogerme a Hitler, a Calígula
a Napoleón, a vos
y a otros hijos de la gran puta.
Filmar con Pier Paolo Passolini
un Decamerón diferente.
Estar acariciando y besando
a Rabindranah Tagore.
Hablar de amor con Juan Ramón Molina.
Condenar sin clemencia
a los Jesuitas Pederastas.
Echarle en cara a Marlon Brando,
el no haberme conocido.
Perseguir a Felipe Buchard,
a Ezequiel Padilla y a Simón,
de cantina en cantina
de barrio en barrio
de santuario en santuario.
Conspirar con la sangre latina
de Gabriel García Márquez.
Desamar a un mílite como Fernando.
Respetar a las mujeres de 1+1
mas no a todas
- como dice María Ester
con la venia de Leslie –
Enojarme con Ramón Matta
por no haberme invitado nunca a un pase.
Quisiera mentarle la madre a tu padre,
a Nietzsche, a Gorky,
y a Simone de Beauvoir.
Respetar aún a Marx, a Lenin,
a la lucha de clases.
Y reírme de los comunistas criollos
pese a la Perestroika.
No comprender nunca las debilidades de Woody Allen
Cortarle un huevo a Van Gogh
y no la otra oreja.
Romper a llorar, escribir mierdas
bailar mambo, salsa y más salsa
y jugar con muñecas aún siendo abuela.
Pedirle perdón a mi mejor amiga,
a Monseñor Santos y a otros Rodríguez,
volver a ser buena, cursi y pendeja.
Seguir soñando, amando y fornicando
y contar chistes hasta llegar
a la hilaridad.
Volar y volar muy lejos
hasta encontrar a ese todopoderoso
que me hizo a su imagen y a su todo.
Amén.



Juana Pavón.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Lucidez.






El arte delicado del vicio ocupa tus recreos,
y tú sabes despertar el calor de los deseos
a los cuales tu cuerpo pérfido se arrebata.
El olor del lecho se mezcla con los perfumes de tu ropa.
Tu rubio encanto se asemeja a la insipidez de la miel.
No amas más que lo falso y lo artificial,
la música de las palabras y de los débiles murmullos.
Tus besos se desvían y se insinúan sobre los labios.
Tus ojos son inviernos pálidamente estrellados.
Los lutos siguen tus pasos en tétricos desfiles.
Tu gesto es un reflejo, tu palabra es una sombra.
Tu cuerpo se aplaca bajo besos sin nombre,
y tu alma está ajada y tu cuerpo usado.
Lánguido y lascivo, tu artero roce
ignora la belleza leal del abrazo.
Mientes como se ama, y, bajo la dulzura fingida,
se siente el arrastramiento del reptil atento,
en el fondo de la sombra, tal que un mar sin arrecife,
los sarcófagos son aún menos impuros que tu cama...
¡Oh Mujer!, yo lo sé, ¡pero tengo sed de tu boca!



Renée Vivien.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El marido de la peluquera.






"Mi amor, me voy antes de que te vayas tú, me voy antes de que dejes de desearme, porque entonces solo nos quedará la ternura. Y sé que no será suficiente.
Me voy antes de ser desgraciada.
Me voy llevando el sabor de nuestros abrazos, llevando tu olor, tu mirada, tus besos, me voy llevándome el recuerdo de los mejores años de mi vida, los que me diste tú.
Te beso infinitamente hasta morir.
Siempre te he amado; no he amado a nadie más.
Me voy para que nunca me olvides."

Mathilde



El marido de la peluquera, Patrice Leconte, 1990.

Diario de 360º.


Fotografía: Laura Makabresku


"Amar es una palabra cuyo uso solía evitar tanto al escribir como en la relación amorosa. Por lo general utilizaba querer, como si su significado fuese el mismo. Se trataba de una intuición: la de que amar era una palabra de la que debía protegerme, ante la que había de hacerme fuerte. Cabe en lo posible que tal inhibición no fuese sólo mía, que sea la sociedad entera quien la padece en virtud de una retracción generalizada. Desvincular sexualidad de erotismo y éste de amor. Es decir: disociar el hecho de amarse del verbo amar, una palabra que avergüenza. La ventaja es que entonces se convierte en un secreto, como todo lo que es valioso."




Diario de 360º, Luis Goytisolo.

martes, 30 de agosto de 2011

Amores a distancia.


Cuando mil kilómetros nos separan
-kilómetros más, kilómetros menos-
y nos deseamos
en ciudades diferentes
separadas entre sí
el cordón umbilical es el teléfono
oigo tu voz
me como tus vocales
devoro tus eses y tus eles
me palpita el sexo con tu risa
nos contamos las cosas del día
“me ha entrado un apetito voraz”, me dices
y enumeras una lista inverosímil de alimentos
incompatibles entre sí
pimientos verdes y chocolates
empanadillas y lentejas
arroz con leche y pisto.
En cambio yo no he conseguido comer nada
el estómago cerrado como una tapia
la tapia de tu ausencia
el hueso duro de los mil kilómetros de distancia.
Tú engordarás
yo me volveré anoréxica
“un amor romántico” anotarás en tu dietario
“una pasión autodestructiva”, sentenciaré yo,
siempre pesimista
y la Telefónica lucrará con nuestras cuentas
la Telefónica aumentará sus ganancias
el cordón umbilical
el hilo estremecedor del cable
o el móvil, señores y señoras,
a veinticinco pesetas el mensaje.


Cristina Peri Rossi

El último encuentro.

(Fotografía: Lissy Elle )



Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son estas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?
Éstas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.




El último encuentro, Sándor Márai.

lunes, 29 de agosto de 2011

La vida de los peces.


Te mentiría si te digo que no pienso en cómo será otra vida, cómo será estar contigo, si hubiéramos tenido hijos, si estaríamos en medio de una tormenta de nieve, en un verano en medio de un pueblito empedrado. O las cosas simples: comprar frutas, pagar alguna cuenta, ir a comprar un regalo…
No es que esté mal. No es que no quiera lo que tengo. Es sólo que, no puedo evitarlo. Quisiera asomarme y mirar, mirar otra vida.




La vida de los peces, Matías Bize, 2010

domingo, 28 de agosto de 2011

Excesivamente.






El mundo es mi prisión
si estoy distante de lo que amo
no estás muy lejos, verja del horizonte.
El amor, la libertad en el cielo demasiado vacío
sobre la tierra acuchillada de dolores
un rostro ilumina y calienta las cosas duras
que eran parte de la muerte.
A partir de esta cara
de estos gestos, de esta voz
no es sino yo quien habla,
mi corazón el que resuena y late.
Una cortina de fuego, pantalla suave
entre los muros familiares de la noche,
círculo encantado de las soledades falsas,
haces de reflejos luminosos,
pesares.
Todos estos despojos del tiempo crepitan en la hoguera,
todavía un plano que se desgarra,
un acto que no acude al llamado.

Queda muy poco por tomar
de un hombre que va a morir.


Pierre Reverdy

sábado, 27 de agosto de 2011

Santa tierra desterrada.










Tú sigues siendo
el misterio de las apariciones que nunca aparecen
pero
dentro de mí
alguien
cambió
y no volverá a cambiar
jamás

ya no hay llanuras en mis montañas
ya no hay llanuras y yo
yo olvido un sótano de recuerdos dos sótanos llenos
y persigo sombreros alegres para dejar de olvidar
aunque ya se sabe
los sombreros huyen
y la alegría
y los gatos que no nos felicitan.

Olvido.

Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:
he sido tantos alborotos
que ya soy viejo
he visto a tantos morir mi muerte
que ya soy joven
he servido a tantos príncipes
he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado
no he faltado a la cita y ahora
ya no hay fuego en mi fuego
o todas mis mentiras son mentirosas
y sólo el cansancio me da vida
y sólo tocas mi cansancio
y ahora
hoy nada me duele y tú no me dueles

las tiendas de ultramarinos y los cines de verano
y los guerreros indefensos
desaparecieron
ni siquiera los fabrican
fíjate qué triste

herrumbrosas y ajenas
nuestra soledad es siempre de los otros
herrumbrosas y ajenas y tan herrumbre
las soledades que en mi acontecen
sin ruidos y sin silencios

hoy nadie me duele y tú no me dueles
mujer
tan callada y pobre
como una grieta
santa tierra desterrada
yo que para escandalizarte he robado escándalos
sólo Judas pudo amarte como yo te amo
sólo Judas y sobre ti veo
al cielo que ganó el concurso de cielos
y al cielo loco que ganó el concurso de nubes
y hasta al único caballo que cabalga

santa tierra desterrada
tierra santa
mi tierra prometida
dama de la mayor distancia
te he deseado siempre
desde el primer reloj

pero
dentro de mí
alguien
cambió
así que pronto llorarán mis risas
y se arrastrarán mis vuelos
pronto
oiré un viento raptando hojas
y las noches sabrán ser días
entonces
inmediatamente

Ayúdame
soy un cristo que no tiene cruz
soy un cristo de crucigrama
ayúdame
tú la espina más remota
tú sueño que se desmaya
tú pequeña niebla de piel
tú que no mereces ser el cepillo de dientes de María Magdalena
tú puedes ayudarme
tú puedes ayudarme complicándome la vida
complícame la vida
complícamela

tú que árida siempre te alejas
dame abrazo y herida
dame abrazo y herida para tener abrazo

tu que no existes
sólo tú puedes.


Pedro Casariego Córdoba

El amenazado, J.L.Borges





Es el amor. Tendré que ocultarme o huír.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?



Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos que cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.



J.L.Borges